
De la pluma de Gerardo Ramírez Marín, la literatura generaleña se enriquece con “Retazos de una Vida”, un libro de cuadros y vivencias, a ratos crudos y siempre revelador, que documenta las dificultades con que pudo haberse encontrado una familia de inmigrantes en un Valle de El General al que se le pintaba como tierra de promisión.
¿Cuánto sabe un generaleño de pobrezas? ¿Cuánto de llegar a una supuesta tierra de abundancia, desde un pueblo tan lejano como San Miguel de Naranjo de Alajuela, y tener que dormir a la intemperie con su esposa y la chiquillada, porque no salieron las cosas como se habían planeado, como ocurrió al padre de Gerardo Ramírez?
Gerardo Ramírez con su esposa, Bernardita Carranza, y sus hijos..
¿Cuánto de la devastadora epidemia de parásitos intestinales que tanto mermó a la población generaleña, en décadas pasadas? ¿O de trabajar cortando caña, siendo apenas un niño? ¿O de una fría y resbalosa espanta viejas que se le desliza por entre la ropa, en el cafetal?
Gerardo Ramírez no es escritor por insistencia, ni intelectual con formación académica; pero ha leído y vivido. Es de los que saben lo que es dormir con tres trompos en la bolsa y andar 300 botones (moneda de pago en los juegos de bolinchas) y las puntas de la camisa anudadas, por falta de botones. Y de los que saben dirigir una gran empresa.
Y es, también, de los que empezó a trabajar a los ocho años de edad y abandonó los estudios para conseguir un empleo que le permitiera ayudar con algún dinero a su familia, y se convirtió en uno de esos pioneros que han contribuido a transformar la historia de Pérez Zeledón.
El libro documenta costumbres y valores, cercenados por la tecnología y el nuevo ritmo de vida.
Ramírez es el presidente de la Cadena de Detallistas del Sur (Cadesur). Comenzó a tomar apuntes acerca de sus vivencias, hace muchos años, con la idea incierta de llegarlas a plasmar, para que sus descendientes tuvieran consciencia del estilo de vida de antes, con sus dificultades y sus valores, minados por lo que él define como una inculturación (la globalización económica y los avances tecnológicos) que “ha hecho estragos en nuestra gente”.
Pero el libro comenzó a tomar vida no hace más de tres años, cuando sus hijos le regalaron una computadora. Entonces fue plasmando acontecimientos reales, que a las generaciones de hoy pueden parecer irreales:
Las brujas y los muertos que ponían a prueba el temple de los hombres, en las solitarias calles de San Miguel, el Alto El Sitio, el Cerro de la Vaca Muerta o el Bajo de Pilas, de Naranjo de Alajuela.
Las aterrorizantes curaciones con apazote; la sabiduría de don Edwin Vega (dueño de la Botica San Martín), la milagrosa curación de un maleficio, atribuida (por artificio infantil) al indio Talao y la no menos milagrosa curación de un orzuelo haciéndole ojitos a un zopilote.
Las travesuras y los contratiempos infantiles; un mamellazo en la espinilla del Director y la prohibición de trompos en la escuela; la acongojante venta de una gallina chiricana; la embustera comercialización un rollo de flores de ayote, supuestamente exquisitas para comer con huevo, y una broma a la temible doña Dorotea…
Es el primer capítulo de la historia de Gerardo Ramírez. Arranca al amanecer, en San Miguel de Naranjo y termina “al mediodía de la vida”, a los 33. Es otro documento de valor innegable, para quienes quieran conocer la evolución de lo que hoy es Pérez Zeledón, con su ciudad, sus pueblecitos y su gente.
El segundo capítulo –“Memorias en un atardecer”- ya está editado; y su contenido no es menos interesante, porque permite compartir la evolución de un generaleño que no solo forjó su destino; también está contribuyendo al de otros…
Carlos L Monge B
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